Sólo entonces Gustavo supo que aquella misma mañana del 5 de diciembre, dos horas después de su llegada a Villa Tesei, a las 9 de la mañana pero en San Miguel, habían asesinado a un ingeniero llamado Claudio Rosujovsky, robándole el auto, con dos raquetas de tenis en el asiento trasero. Más tarde supo también que ese mismo auto había aparecido a quince cuadras de su casa. Y supo que la forma en que la policía de San Miguel siguió el rastro de esa pista fue la siguiente: Un oficial se dirigió ala comisaría de Villa Tesei y le preguntó al comisario Miranda, ¿quién se dedica a estos hechos en esta zona? Y Miranda le respondió: Girardi.
Según la causa en su contra (homicidio y robo calificado), la prueba incriminatoria que “encontraron” en casa de Girardi al detenerlo son las dos raquetas de tenis que Rosujovsky llevaba en el asiento trasero de su coche al momento del robo. Sin embargo, las raquetas de Rosujovsky eran de marca GearBox y las que le secuestraron a Girardi, de marca Babolat, compradas según él casi un año antes de este episodio, en febrero de 2008. De hecho, la propia familia Rosujovsky no reconoció que esas raquetas fueran las que pertenecían al ingeniero. Aún así, el Tribunal 1 lo consideró una prueba en su contra, sin siquiera haberlas sometido a peritajes en busca de huellas digitales. Entre otra de las pruebas obviadas está el registro de los peajes, que corroborarían la versión de Girardi respecto de las horas en que dejó y estuvo devuelta en su casa.
“No buscaron la verdad”, dice hoy Girardi, “buscaron dos personas para tapar un hecho muy resonante en los medios (sobre la repercusión, véase por ejemplo "Conmoción por un asesinato en San Miguel"). La víctima era una persona de mucha plata y sólo querían que se esclarezca rápido el hecho. Lo que no entiendo es cómo la familia del damnificado no pide justicia pero por la verdad, sabiendo ellos bien que las raquetas no eran esas. Me gustaría poder verlos, hablar con ellos, explicarles que les mintieron en la cara con estos fallos”. A la hora de sus denuncias, Gustavo considera cómplices a todas las partes implicadas: “La policía, la Fiscalía, el Tribunal 1 de San Miguel y el Juzgado 6 de Garantías me armaron la causa. Esta es la misma policía que está involucrada en el desastre del caso Candela y que está acusada por el asesinato de un joven el año pasado. Mi madre escribió cartas al gobernador, hizo presentaciones en Derechos Humanos de Nación... Yo tengo familia, tengo hijos; me dieron una condena a prisión perpetua por algo que no hice”.
Al momento de expedirse el Tribunal de Casación ratificó el fallo, dejando, una vez más, los beneficios del otro lado de la red, del lado de la corrupción institucional y de la impunidad. Hoy, Gustavo espera que la Corte Suprema revise su caso, mientras permanece detenido en la Unidad 9 de La Plata.
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