Resuena en mi mente la palabra libertad. Como ya hace tantas horas, días, meses y años, no muchos, pero al fin años, esa palabra conlleva al derecho a la libre expresión, a tener un trabajo y a la educación, si es que uno mismo en realidad desea superarse y hacerse valer. No tengo la libertad de caminar libremente distendido por las calles, pero si tengo derechos, aunque muchas veces en este sistema cosas tan simples nos son negadas. Cuando uno se dispone a comenzar una revolución y dejar el famoso "sedentarismo carcelario" es visto de mala manera por nuestros verdugos y ni que hablar de nuestros pares. Terminamos siendo el chivo expiatorio porque, en esta historia de terror, los pensantes y revolucionarios asustan, son apaleados física y mentalmente: muchos convalecen, algunos se fortalecen y tantos otros nacen porque no todos nos adaptamos a la mala remuneración pagada. Tampoco nos acostumbramos a la tan buena "inasistencia médica, psicológica y social".
Gracias, pero yo necesito ser reconocido como ser humano a pesar de mis errores, porque también poseo virtudes que necesito demostrar. Acá en el campo, mejor dicho, "Marcolandia", los gobernantes no te vienen a buscar. Deseamos un cambio y que sea pronto. Ansío que cuando llegue mi libertad pueda ser considerado como persona.
Módulo II, Pab 2
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