ME MATARON MI HERMANA PARA ROBARLE LA RECAUDACION DEL TRABAJO EL 30 DE MAYO DEL 2008, CREO QUE TODOS LOS DETENIDOS NO SON IGUALES Y QUE LAS CONDENAS QUE TIENEN ALGUNOS SE LAS MERECEN, ES DIFICIL PONERSE EN MI LUGAR Y YO PONERME EN EL SUYO POR QUE ESTAMOS PARADOS EN DISTINTAS VEREDAS, YO PIDO JUSTICIA Y MANO DURA Y USTEDES LIBERTAD, VI QUE PIDEN QUE SE REVOQUE LA ley blumberg, PARA MI UNA LOCURA...ALGUNA VEZ SE PUSIERON A PENSAR EN LA FAMILIA QUE DESTRUYEN CUANDO MATAN A ALGUIEN INOCENTE? USTEDES TIENEN BENEFICIOS QUE NOSOTROS YA NO...USTEDES PUEDEN VER A SUS FAMILIARES COMPARTIR COSAS PUEDEN ABRAZARLAS REIR LLORAR CON ESA PERSONA, NOSOTROS NO, SE QUE PUEDE CAER MAL MI COMENTARIO POR QUE SUPONGO NO ESTA DIRIGIDO JUSTAMENTE A CRITICAS COMO LAS MIAS...DE TODAS MANERAS MI CRITICA ESTA DIRIGIDA A LOS ASESINOS DE VICTIMAS INOCENTES QUE TENIAN TODA UNA VIDA POR DELANTE COMO MI HRNA DE 21 AÑOS ...QUISIERA SABER QUE PIENSAN DESPUES DE ESTAR PRIVADOS DE SU LIBERTAD, PIENSAN QUE ES JUSTO LO QUE PIDEN DESPUES DE MATAR A QUEMA ROPAS?.AVECES PARECIERA QUE LE ESTOY PREGUNTANDO AL ASESINO DE MI HRNA. QUISIERA ENTENDER POR QUE LA MATO SI LE ENTREGO TODO ...NUEVAMENTE LES ACLARO NO ES PARA TODOS LOS DETENIDOS MI COMENTARIO SINO PARA LOS ASESINOS DE VICTIMAS.
Estamos en línea con el Doctor Pablo Vega, integrante del equipo de Raúl Zaffaroni. En nuestro programa tratamos de dialogar con la comunidad con este proyecto que es Radio La Cantora -una radio realizada por personas privadas de su libertad-. Creemos que estamos atravesando a una sociedad que aulla pidiendo sangre joven. A nuestro correo electrónico recibimos las palabras que respetuosamente nos enviaron y respetuosamente queremos responder. Es de una persona que nos cuenta que en un robo han asesinado a su hermana de 21 años y que no está de acuerdo conque nosotros pidamos la destrucción de la cárcel, sino que cree en la necesidad de pedir mano dura.
Zaffaroni y ustedes, su equipo, nos ponen luz para explicar que el índice de homicidios es mínimo en Argentina. Pero queremos que en esta oportunidad usted mismo nos explique qué es un homicidio calificado y quiénes son los mayores criminales.
En primer lugar hago un esfuerzo para poder darle cierta publicidad a un discurso cuyo contenido parece morir en los claustros universitarios, lo cual le quita vuelo y seriedad porque creo que es un discurso que tiene que masificarse al punto de ser un verdadero bastión para la cultura, la educación. ¿Qué puede decírsele a una víctima? Porque la segunda consideración sería el respeto inmenso al dolor de quien pierde a un familiar cercano. Desde esa posición por supuesto que lo primero que a uno le sale es ponerse en el lugar; partiendo del dolor humano. Ahora, desde un punto de vista de lo que permite a la luz de esta víctima poner solución al conflicto, realmente no es más que el eco de alguien que está desgarrado de dolor y que está atravesado por una cultura que Zaffaroni llama mediática, precisamente porque se construye de los medios masivos de comunicación desde hace mucho tiempo. Creo que en las sociedades en general, pero sobre todo en las latinoamericanas, rige como nunca una especie de mito asociado siempre al poder punitivo, al derecho penal -entendido éste como sistema penal- que es el mito del preventivismo, este mito de esa vieja teoría de que se le asigna a la pena una función y que esa función es la prevención general en el sentido de que la mano dura intimida. Y eso atraviesa en todas las capas sociales, incluso en aquellas de los sectores más pobres que son los que más sufren la violencia y por eso parece contradictorio pero los mismos criminalizados, porque de allí se extrae a la clientela de la justicia penal- son también victimizados porque de las mismas capas sociales se extrae también a las víctimas. Y esa demanda de mano dura está asociada a este mito de pensar que porque uno aumente la pena cesa el delito. Es como si respondiera a una lógica de mercado, es una lógica propia de los `90 en nuestro país; aquella lógica según la cual uno imagina a un ser humano que hace todo el tiempo un cálculo de costos y beneficios, un ser racional todo el tiempo que antes de actuar lo que piensa es cuál es la consecuencia y, si la consecuencia negativa supera al gozo de hacer la conducta entonces me inhibo de realizarla y sino la realizo. Lo cual sería, básicamente y burlonamente, como a veces lo dice Zaffaroni, pensar que acá en Argentina los delincuentes andan con un código penal abajo del brazo antes de decidir qué es lo que van a hacer: si se fijan en las penas o si son consumidores habituales del boletín oficial.
Ahora, lo que hay que entender incluso desde el dolor de víctima es lo siguiente: la mano dura y este chocar con lo que se conoce como garantías constitucionales, no resuelve ningún conflicto y a la prueba nos podemos remitir. Es decir, ha habido cada vez más mano dura, ha habido cada vez más aumento de penas, han sido más restrictivos con las liberaciones anticipadas, con la libertad condicional, con las excarcelaciones y, sin embargo, no ha cesado lo que en algún aspecto compone la mayor población carcelaria que son los delitos contra la propiedad o los pequeños comerciantes de tóxicos prohibidos. Sin embargo, esta gente vuelve a creer en el mito de pensar que porque hay más delitos los jueces son: o muy garantistas o las leyes son blandas. Tenemos en nuestro código positivo hoy una pena máxima de 50 años de prisión como producto de la reforma Blumberg. 50 años no es como el tango dice “no es nada”; 50 años es una vida. Casi podríamos decir que un sujeto que ingresa a los 20 años y sale a los 70 ha consumido su vida en la cárcel y más que pena es tortura a la luz de cómo la pena funciona en América Latina.
Un año en la cárcel ya es tortura por las aberraciones que hemos visto allí dentro...
Yo te invito a quedarte un mes y medio sin poder salir de tu departamento y te vas a sentir bastante angustiada...
Y si además se aplican las prácticas penitenciarias sobre los cuerpos de las personas...
Como dice Foucault: “se graba la pena en los cuerpos” como en la Edad Media, porque no ha dejado de existir eso. Pero ¿por qué digo compra el mito preventivista esa realación costo-beneficio? Porque está claro y hasta desde la propia propaganda de los medios que las cárceles no resocializan a nadie. Evidentemente a esto no puede creérselo nadie ni siquiera el más desinformado. Entonces, lo primero es decirle al oyente con el mayor respeto que me merece su dolor, es que las garantías no son para quienes cometen delitos, las garantías son para todos nosotros. Las garantías son las garantías de los ciudadanos frente al Estado. Aquella expresión de Zaffaroni acerca de que los criminales más importantes en el S. XX han sido los Estados, y no la criminalidad individual, la criminalidad grosera, la obvia, aquella que se detecta y que la hace un actor individual, sino las perpetradas por los Estados que, según Zaffaroni, han quedado al margen mismo del estudio de la criminología.
Porque ese tipo de crímenes perpetrados por los Estados no están adentro de las estadísticas...
Exactamente. No está adentro de las estadísticas aún cuando se entiende, desde un pensamiento más optimista que los Estados han producido en el siglo pasado casi unos 100 millones de muertos; más que los producidos por los Estados en situaciones bélicas.
Dos muertos cada cien, dice Zaffaroni...
Exactamente. Se los podemos cargar a los Estados. 5 homicidios y medio cada 100 mil habitantes.
¿Cuál es la situación de los procesados en nuestro país?
El 70% de los encarcelados en América Latina son presos preventivos; es decir, presos sin condena o presos que tienen condena no firme. Zaffaroni lo dice muy claro en sus ejemplos: lo que hace la sentencia de condena en realidad cuando le ponen la pena es decir: “mirá, quedáte un poquito más y ya te vas porque la agotaste casi en prisión preventiva” y otras veces le tiene que decir “ya te tenés que ir” porque la pena ya está agotada y otras veces -en los mínimos casos- terminan diciéndole “disculpános porque vos no eras”. De todos modos, el fenómeno es más complejo por lo siguiente; el problema es generalizado, no pasa solamente ni en la provincia de Buenos Aires ni en Argentina, sino en América Latina toda: hay una gran selectividad discriminatoria. Los casos de gatillo fácil no movilizan a la sociedad argentina, no la movilizan en la medida que los casos de gatillo fácil tienen como víctimas a personas que se corresponden con el estereotipo criminal, con esa especie de chivo expiatorio que es como Zaffaroni lo llama. Cuando encuentra que la víctima, víctima, víctima es víctima del poder punitivo, del poder del Estado y además, tiene las características o los rasgos del chivo expiatorio, del estereotipo criminal lo que tiende a pensar la generalidad es que “en algo andaba”, “seguramente fue”, “algo habrá hecho”; esas frases tan terribles en Argentina. Y no moviliza a nadie porque creo que hasta hay un problema cultural, incluso de la propia clase media. No se identifican con las clases más postergadas. El sujeto de clase media se identifica más con el sujeto de clase alta, quiere ser él y alejarse del otro. Creo que hasta le molesta que el de las clases bajas crezca en su nivel de vida, porque quiere la distinción de ese otro, ese otro que él no es. Y eso es estructuralmente importante en la conformación social de la sociedad de América Latina. Esto se prueba claramente, frente a una misma situación hay una especie de doble vara: si una persona excluida corta una ruta hay que criminalizarla; si la corta la Sociedad Rural o las mujeres paquetas que estuvieron en Callao, acá en Capital Federal cuando les confiscaron los depósitos eran personas que reclamaban por sus derechos. Estamos hablando de una misma situación: el corte de una vía pública y a unos hay que criminalizarlos y otros casi son representantes. Por ejemplo, personas que del campo no conocen más que del malvón que tienen en la ventana, estaban a favor por las dudas.
Entonces, lo que uno lee es que en definitiva Blumberg puede llenar la Plaza Lavalle y puede modificar el Código Penal Argentino siendo un no ingeniero, pero el Código Penal jamás se va a modificar para evitar el gatillo fácil. Creo que eso también es parte del problema y explica el sentido de aquel mail que me leías; porque el sujeto de clase media como no tiene los rasgos del estereotipo, como no está postergado, como pudo tener un mayor acceso a la educación o a la información como queramos llamarlo, jamás corre peligro y él ve que no corre peligro con eso. Con lo cual es más terrible aún porque hay una especie de desprecio por el peligro que corren otros sujetos a quienes por rigor pareciera despreciárselos. Peligros hay en todas las sociedades, pero acá también los hay y muy fuertes.
De modo que cuando uno traza este panorama y cuando uno advierte que el problema es un poco más profundo, que Blumberg puede modificar el Código Penal porque el hijo de Blumberg tiene un aspecto que hace que yo pueda haber sido él -en cambio yo jamás voy a poder ser aquel que es víctima del gatillo fácil porque no respondo a los caracteres del estereotipo- yo acompaño a Blumberg. Pero el poder punitivo siempre queda bien parado: en el caso Blumberg porque no les da las herramientas y, en el otro, lo digo en términos coloquiales, zafa del propio poder que él desempeña; zafa de ser víctima del poder punitivo. Es decir, hay una especie de cobertura.
Pero también me parece que hay un concepto de seguridad que está absolutamente bastardeado. Hablar en términos republicanos, ciudadanos y democráticos no puede ser identificado sólo con la inseguridad callejera -entendiendo en esta el arrebato o el delito a la propiedad o aquel delito que sensibiliza a la opinión pública-. Inseguridad es también que se mueran chicos en los hospitales porque no hay insumos; inseguridad es salir a la calle y que nos atropelle un auto que es la primer causa de muerte no natural en el país.
Entonces, ¿por qué pasamos noticias rojas de jóvenes que responden al estereotipo y que matan cuando sabemos que en realidad no supera el 5,5% cada 100.000 habitantes? Estamos más cerca de Chile y Uruguay -este último tiene 4, 5-. Es decir, tenemos cifras incluso más bajas en Buenos Aires que las que tiene Nueva York; cifras mucho más bajas que las que tiene Brasil -26.5%-. Y si uno hace un panorama de cómo presentan los medios las noticias hasta nos han comparado con Centroamérica supongo que con la mala intención de ocultar que países como Guatemala tienen 49,5 cada 100.000 habitantes, El Salvador 58 cada 100.000 habitantes.
Por supuesto que hay que bajar nuestra cifra. Pero tengamos en cuenta algo: todo gira en torno a cifras de homicidios en ocasión de robo. Cuidado que de esos homicidios de 5,5 cada 100 mil habitantes hay que restar los homicidios pasionales, los homicidios que se cometen entre conocidos y que son la mayoría.
En Argentina creemos estar peor de lo que estamos en comparación con otras partes del mundo. El año pasado anduvo por uno de los hoteles baratos en cuba y la realidad que me comentaban los trabajadores del mismo era mucho más dura que la nuestra.
ResponderEliminarPero que comparandolo con otros países estemos mejor no implica que estemos lo suficientemente bien como para sentirnos satisfechos.
El mayor problema que percibo en el ambiente es la sensación de que el sistema judicial está colapsado, que no nos defiende, que no sirve y que estamos a la "buena de dios" con la complicidad del Estado.
Entonces cuando el Estado autoriza implicitamente a los okupas negociando con ellos, la inseguridad crece en el alma de las personas que no saben a qué atenerse. Cuando un juicio por despido indirecto me dura 3 años como me pasó, mi seguridad decae porque no es solo el miedo a la muerte y al asalto lo que nos pasa, es el miedo al imprevisto, a la injusticia y hoy en día nos sentimos mucho más desprotegidos que hace 20 años, y que los estado unidenses, aunque a nivel comparativo tengamos menos muertes violentas.
Saludso