(AW) "Quienes habitan hoy tras lo muros y quienes los atravesamos a diario acompañado a un ser querido, hoy llamados presos comunes, somos personas para quienes las historia de este país tampoco nos fue indiferente. Sin embargo, los derechos humanos todavía no han llegado a las cárceles argentinas". Así, lo afirman los Familiares en el siguiente comunicado de prensa.
Familiares de detenidos en cárceles federales planteamos la necesidad de que los derechos humanos lleguen a esos ámbitos. Reclamamos un mejoramiento profundo del sistema penitenciario, que Néstor Kirchner subrayó como tarea pendiente para el gobierno de Cristina. En su discurso con motivo de la demolición de la cárcel de Caseros, el presidente Néstor Kirchner subrayó que "una de las asignaturas pendientes que Cristina tendrá que llevar adelante es el mejoramiento profundo del Sistema Penitenciario Argentino".
"Es una tarea central para consolidar profundamente la política que todos nosotros, todos los que estamos acá y la mayoría de los argentinos creemos respecto a los derechos humanos: el respeto a las garantías individuales, el respeto a la recuperación, a la reeducación de muchos presos comunes que también estuvieron por aquí", puntualizó.
Desde la Asociación Civil de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales, recordamos a todos los argentinos y las argentinas que si bien es cierto que la vieja cárcel de Caseros ya no existe, hay muchas otras, incluso con estructuras edilicias más modernas, en las que la deuda de la mejora del Sistema Penitenciario sigue pendiente.
Quienes habitan hoy tras lo muros y quienes los atravesamos a diario acompañado a un ser querido, hoy llamados presos comunes, somos personas para quienes las historia de este país tampoco nos fue indiferente. Sin embargo, los derechos humanos todavía no han llegado a las cárceles argentinas.
Muchos hombres hoy todavía presos fueron muchachos en los ‘70 y a principios de los '80, con la juventud a flor de piel, la rebeldía propia de la edad y muchos sueños que quedaron truncos. En aquellos tiempos estaba prohibido siquiera pensar.
Aquellas fueron épocas de mucho miedo, en las que el Estado sólo estaba presente para castigar, para prohibir, para encerrar. Aquellos jóvenes que se cruzaron con la Ley Penal recibieron el mismo tratamiento de castigo, por el castigo en sí mismo, que hasta el día de hoy se imparte dentro de los establecimientos carcelarios del país.
Llegaron los ‘80 y la democracia. Se abrió un espacio que sólo fue alcanzando a algunos. Otros, los que crecimos sin saber que quizás algún derecho teníamos, tampoco supimos que podíamos ejercerlo. Los presos comunes y sus familias, nos mantuvimos quizás demasiado quietos y obedientes, como le pasa siempre al excluido, al que quedó afuera, al que no sabe.
Más tarde llegó la fiesta menemista, los años del consumismo, también para algunos. Para otros, fue una época de fábricas cerradas, de trabajar en lo que se pudiera, de los hermanos haciéndose cargo de los más chicos, sin tiempo para compartir, para el juego, para soñar. Nos ganó el desaliento.
Muchos jóvenes se fueron del país, a probar suerte a otro lado. Muchos otros, los que casi nunca pueden elegir, fueron vencidos por la calle, la droga, la opresión. Este fue el contexto social que vivió la mayoría de los presos comunes antes de llegar a la cárcel.
Los tiempos cambiaron. Llegó la hora de la justicia social, la reivindicación de derechos, se terminó el ‘no te metás'. A nosotros nos tocó aprender, no sólo de la historia sino también con el sufrimiento más profundo de tener que padecer a diario el dolor de la ausencia, de la humillación, de los malos tratos y de la indiferencia de casi todo.
También nosotros crecimos, maduramos, nos responsabilizamos y nos comprometimos. Hoy sabemos que nosotros y los nuestros tenemos derecho a ser tratados con dignidad, a comer, a estudiar, a recibir atención médica, a trabajar, pensar, a proponer, a discutir y a pensar. A preguntarnos por qué nos pasó esto.
Hoy, los que estamos de este lado del muro, muy despacito estamos aprendiendo la importancia que tienen las políticas de inclusión social. Sabemos todos que debe haber igualdad de oportunidades, dejando en la conciencia de cada uno la libertad de elegir.
Adentro de la cárcel no se sabe mucho todavía lo que esto significa. Ese es nuestro desafío. Necesitamos ayuda, que el Estado se comprometa y nos acompañe, que alguien camine por las cárceles, que conozca sus rincones más oscuros, que sepa cómo se vive allí adentro y que sean creadas condiciones para que todas las personas, después de cumplida la condena, puedan incluirse dentro de la sociedad.
Para que la destrucción de Caseros no quede en un hecho anecdótico, para que todo este doloroso proceso de crecimiento y madurez que estamos atravesando llegue a los más excluidos, hace falta más. Siempre con memoria, con verdad y con justicia social.
Uno de los primeros decretos sancionados en tiempos de dictadura dispuso que todas las fuerzas de seguridad quedaran bajo su órbita. Es entonces necesario revisar la Ley Orgánica del Servicio Penitenciario Federal, que hasta el momento no fue modificada.
En época de elecciones, necesitamos recordarles a los candidatos y a los votantes que todavía queda mucho por hacer. Los presos comunes siguen esperando algo más que un trato digno: la posibilidad de convertirse en personas útiles, con algo para aportar a esta sociedad.
Como dijo entonces el presidente Néstor Kirchner, "para que las futuras generaciones vean que no hay muros, que no hay llaves, que no hay hombres malos, sino una sociedad que se decide a tener identidad y justicia, sigamos teniendo sueños, sigamos pensando y sigamos haciendo todo nuestro esfuerzo por construir un país mejor".
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